En 1922, la renombrada poetisa Gabriela Mistral, cuyo nombre artístico unió la admiración por dos figuras literarias, Gabriel D’Annunzio y Frédéric Mistral, fue invitada a México por José Vasconcelos, entonces secretario de Educación. Su misión principal fue colaborar en la implementación de las reformas educativas impulsadas por el gobierno de Álvaro Obregón. La llegada de Mistral marcó un período significativo en la historia de la educación mexicana, especialmente en el ámbito rural y entre las comunidades indígenas.
Durante su estancia en México, que se extendió desde 1922 hasta 1924, Gabriela Mistral se involucró activamente en las Misiones Rurales, un programa gubernamental destinado a llevar la educación y la cultura a las zonas más apartadas del país. Su labor incluyó la promoción de bibliotecas itinerantes, la creación de escuelas nocturnas y el desarrollo de programas de alfabetización dirigidos tanto a hombres como a mujeres, con un enfoque particular en los grupos indígenas y la clase trabajadora. Además de su trabajo en el ámbito educativo, Mistral cultivó amistades con destacadas personalidades de la cultura mexicana, como Alfonso Reyes, Diego Rivera, Frida Kahlo y Guadalupe Amor, así como con figuras políticas prominentes, entre ellos los expresidentes Álvaro Obregón, Lázaro Cárdenas y Miguel Alemán.
Acompañada por las maestras Palma Guillén y María Dolores Arriaga, Gabriela Mistral recorrió diversos pueblos y ciudades de México, estableciendo residencias temporales en Veracruz, Jalisco, Morelos, Zacapoaxtla (Puebla) y en las localidades michoacanas de Pátzcuaro y Janitzio. En una carta dirigida a su amigo Eduardo Barrios, Mistral reveló que Vasconcelos le había encomendado la tarea de elaborar un libro de lectura destinado a las mujeres, así como la organización de escuelas indígenas en el estado de Oaxaca. Fue en Oaxaca donde Mistral tuvo la oportunidad de conocer numerosos pueblos y comunidades, destacando su labor en Huautla de Jiménez, donde fundó una escuela al aire libre que, en la actualidad, lleva su nombre como tributo a su legado.
La maestra María Dolores Arriaga, cercana colaboradora y amiga de Gabriela Mistral, relató que la poetisa se sintió particularmente atraída por la región de Oaxaca, identificándola como un área con grandes necesidades educativas. En Huautla de Jiménez, fueron recibidas por María Sabina, una figura importante de la cultura mazateca. Arriaga destacó que, durante su trabajo con la comunidad mazateca, a la que Mistral se refería como la tribu de la “Sabina Madre”, las experiencias fueron enriquecedoras y mutuamente beneficiosas, resaltando que recibieron más de lo que pudieron aportar.
En mayo de 1924, Gabriela Mistral se despidió de México, dejando un legado imborrable en el ámbito educativo y cultural del país. A bordo del buque Patria, expresó su gratitud hacia México por la oportunidad de conocer su “niñez blanca”, por la seguridad y la calidez que encontró en las aldeas indígenas, por la hospitalidad de las casas coloniales, por la luz de la meseta que le brindó salud y bienestar, y por la dulzura de los frutos de las huertas de Michoacán y Oaxaca. El reconocido escritor Octavio Paz, también laureado con el Premio Nobel de Literatura, recordó la estancia de Gabriela Mistral en México como un hito, destacándola como la figura más sobresaliente entre los escritores hispanoamericanos invitados por José Vasconcelos durante la década de 1920.