Diversas organizaciones integrantes del Espacio Estatal en Defensa del Maíz Nativo de Oaxaca han manifestado su postura respecto a la Guelaguetza, definiéndola como una forma de vida arraigada en principios de reciprocidad y apoyo mutuo, más allá de una simple expresión folclórica. En el marco de una jornada de resistencia denominada “Guelaguetza en la vida cotidiana”, estas organizaciones expresaron su preocupación por la creciente comercialización y descontextualización de esta tradición ancestral.
Las comunidades que integran este espacio resaltan que la Guelaguetza, en su esencia, representa un intercambio equitativo de trabajo y recursos, donde la solidaridad y el tejido comunitario son pilares fundamentales. Este principio se manifiesta en actividades cotidianas como la “gozona de milpa”, donde el trabajo colectivo reemplaza la contratación de mano de obra individual. En este contexto, se subraya que el valor reside no solo en el resultado tangible, sino en la construcción de relaciones comunitarias basadas en la igualdad y el apoyo recíproco.
Asimismo, las organizaciones advierten sobre la distorsión del significado original de la Guelaguetza a través de espectáculos turísticos que, según afirman, priorizan la exhibición superficial en detrimento de los valores intrínsecos de la práctica. Critican la comercialización de la tradición, ejemplificada en la oferta de “guelaguetzas privadas” en hoteles y restaurantes, donde se presentan bailes descontextualizados que, en su opinión, contribuyen a la folclorización de la cultura. Para estas organizaciones, la verdadera Guelaguetza se basa en la participación activa y el trabajo colectivo, no en el simple consumo pasivo.
En contraposición a lo que denominan una “Guelaguetza capitalista”, que convierte a las comunidades en meros objetos de consumo, las organizaciones hacen un llamado a recuperar el sentido profundo de esta práctica comunitaria. Insisten en que la Guelaguetza no se limita al ámbito rural, sino que puede y debe practicarse también en entornos urbanos, como una forma de fortalecer los lazos comunitarios y promover la reciprocidad en la vida cotidiana. Para ellas, la esencia radica en aprender a construir comunidad, tanto en el campo como en la ciudad.