viernes, junio 13, 2025

Procesión de Estandartes y Relicarios: Tradición y Fe en Oaxaca

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Cada año, las calles de Oaxaca se visten de color y solemnidad para la procesión de estandartes y relicarios, una tradición arraigada que congrega a devotos de todas las edades. La manifestación religiosa, que precede a las celebraciones de Jueves y Viernes Santo, es una expresión pública de fe y un reflejo de la identidad cultural de las comunidades participantes. Los estandartes, símbolos de cada iglesia, barrio o comunidad, son portados con orgullo por hombres, mujeres y niños, representando la devoción transmitida de generación en generación.

Un ejemplo de esta tradición es Juan Emanuel, un niño de siete años que participa portando el estandarte de la iglesia de San Juan Chapultepec. A pesar del peso del estandarte, que incluye el relicario de San Juan Bautista, elegido por el propio Juan, lo lleva con firmeza y orgullo. La participación de niños como Juan refleja la transmisión intergeneracional de la fe y la importancia de la tradición en la formación de la identidad cultural. Los estandartes, elaborados con terciopelo y bordados a mano, algunos con relicarios que pueden pesar hasta 70 kilogramos, son verdaderas obras de arte textil que representan la vocación de cada templo.

La procesión tiene sus orígenes en 1979, cuando un grupo de mayordomos de los barrios tradicionales de Oaxaca decidieron unirse. Desde entonces, la procesión ha crecido en número y simbolismo, convirtiéndose en una de las manifestaciones religiosas más importantes de la región. Fernando Mendoza Jiménez, presidente de la Hermandad de Estandartes y Relicarios, destaca que la procesión, dedicada al Señor de las Tres Caídas, fortalece el tejido comunitario y permite a los participantes expresar su agradecimiento por los favores recibidos.

La fe y el agradecimiento son los motores que impulsan a los participantes, como Lucía Viridiana Morales Hernández, quien desde los tres años porta el estandarte de San Pedro, una tradición inculcada por sus abuelos. Cada estandarte cuenta una historia y representa una petición, ya sea por salud, trabajo o bienestar familiar. A lo largo del recorrido, las familias oaxaqueñas abren sus puertas para observar el paso de los estandartes, reconociendo su valor religioso y cultural.

La procesión no solo es una manifestación de fe, sino también un espacio para la reflexión personal y la conexión con la comunidad. Los participantes encuentran consuelo, sanación y la oportunidad de renovar su compromiso con una vida más consciente y en paz. En cada paso, en cada estandarte, llevan consigo las esperanzas, las oraciones y la historia de su pueblo, fortaleciendo los lazos que unen a la comunidad oaxaqueña.

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